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Castillos en el aire

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Vivo esperando momentos exactos para hacerlo todo. El momento justo, el adecuado, ESE momento. Y a estas alturas de mi vida me he dado cuenta de que el momento exacto no existe.
No hay situaciones perfectas para hacer nada, ni momentos exclusivos; puede que esto si ocurra con los momentos menos propicios para hacer las cosas, esos sí que existen, sí que hay ciertas situaciones muy poco adecuadas para hacer según qué cosas, pero no al revés.
También hay combinaciones de ambos, yo hago mucho eso de convertir un momento perfectamente adecuado en un mal momento, escudándome en que llueve, o en que me ha venido la regla, o en que me duele la cabeza, o en que estoy afónica o en cualquier otra estupidez, cuando en el fondo sé perfectamente que ese es un momento tan apropiado como cualquier otro y que lo único que busco desesperadamente es una excusa para no hacer la cosa en cuestión.
Sé que probablemente esto es algo que la mayoría de los que leáis esto ya sabíais, pero para mí es un gran paso admitirlo porque aunque supongo que en realidad siempre lo he sabido, la verdad es que fingía no saberlo. Es increíble lo que utilizamos a veces para protegernos.
Así que si algún día alguien dice eso de “no puedo, no es el momento exacto”, me reiré por dentro (sobre todo si soy yo misma la que lo digo) y pensaré que entonces lo que pasa en realidad es que no quiere hacerlo y busca cualquier excusa estúpida para evitarlo, o que tiene que aclarar otras cosas antes que le dejen comprender que ese es tan buen momento como otro, o que debe prepararse mentalmente para entender que no pasa nada y que si realmente quiere hacerlo debe dejarse de estupideces y hacerlo, sin pensar si tiene que pasar en ese momento o no, porque, eso seguro, este es tan buen momento como otro cualquiera.

Esto lo publico hoy, que es el día después de que por llevar a cabo eso de creerme que este también es el momento perfecto, me haya caído de culo en el suelo.

2 comentarios

playtime.blogspirit.com -

Aún guardo un cuaderno que escribí con apenas veinte años. En él me quejaba precisamente de eso. Ahora, veinte años después, sigo sin encontrar el momento adecuado. El resultado es que no he hecho apenas nada y que mi cabeza se ha convertido en una olla a presión. Todos los proyectos, todos los planes, todas las ideas han quedado dentro. Eso es lo peor. De modo que ahora acabo de empezar. Y me he dado cuenta de algo terríblemente simple: todo es empezar. ¿No es ridículo? He tenido que cumplir cuarenta años para aprender esto... Si me permites te daré un consejo (no puedo evitarlo): NO PIENSES, EMPIEZA. Ya pensarás luego.

Ursula -

argh!
yo ya no espero el momento. deje de esperar(creo). mierda!
xxx!!!1